Historia en Libertad

sábado, enero 14, 2012

La conquista de España por Roma

El historiador Polibio ha conservado la noticia de un tratado romano cartaginés (348 a. d. C.) en el que se incluyen datos sobre los intereses romanos en la Península: …”los romanos no podrán hacer presas, comerciar, ni fundar ciudades más allá… de Mastia de Tarsis (la Cartagena actual)”.
La estrategia cartaginesa sobre la península ibérica a raíz de la primera guerra púnica (264 a 241 a. d. C.) condujo al tratado del Ebro (226 a. d. C.) de Asdrúbal con los romanos. Cuando Aníbal atacó Sagunto (219 a. d. C.) la progresión cartaginesa más allá del Ebro no tardó en producirse.
Mientras Aníbal atravesaba los Alpes, Cneo Escipión desembarcaba en Ampurias (septiembre, 218). La conquista de la Península había comenzado.
Se distinguen en ella cuatro fases:
a)Conquista del litoral. Zona costera de los Pirineos al Ebro, con centro en Tarraco. Paso del Ebro (217) y toma de Sagunto, llegando por la costa hasta la Bética los hermanos Cneo y Publio, a la muerte del último de los cuales pierden los romanos lo conquistado más allá del Ebro. Campaña de recuperación de Publio Cornelio Escipión “el africano”, conquista de Cartagena, Andalucía y Cádiz (206 a. d. C.). Fundación de Itálica (año 205).
b)Conquista de los accesos a la meseta. Campañas de Catón en el valle del Ebro (España citerior) y en la tierra celtíbera desde el sur (España ulterior).
Conquista posterior de Tiberio Sempronio Graco (Ebro, Júcar, Turia y Guadiana) hasta el 174 a. d. C.
c)Conquista de la Meseta. Guerras de Lusitania y Numancia (154-133 a. d. C.). Las incursiones de los lusitanos en la ricas tierras de la Bética dejaban traslucir la pobreza de las tribus belicosas, a quienes Lúculo combatió agresivamente y Galba traicionó, provocando el levantamiento de Viriato. La guerra en la península fue impopular en Roma. Los celtíberos en torno a Numancia siguieron ofreciendo resistencia a los ejércitos de Roma, hasta que restaurada la disciplina por Publio Escipión Emiliano “el numantino”, nieto del de Zama, cercó el poblado del cerro de Garray y rindió la ciudad.
d)Incorporación definitiva. Se hizo mediante dos fases. En la primera, Hispania participa en las luchas civiles de Roma (133 a 25 a. d. C.). En este período destaca la fundación por Sertorio en Osca (Huesca) de un centro de estudios para educar a los hijos de los indígenas principales. Al fin (del 25 al 19 a. d. C.) la campaña de Augusto, terminada por Agripa, sirvió para dominar a los pueblos cántabros y astures, lo que marcó el comienzo de la Paz Romana en Hispania, una de las principales provincias del imperio.

La economía en la España romana… Estrabón, que vivió en época de Augusto, nos da gran cantidad de datos sobre los recursos económicos de Iberia en el libro III de su Geografía.
Destaca sobre todo las riquezas de la Bética y sus excedentes, que dan lugar a un activo comercio marítimo. Exportaba trigo, vino, aceite, caza, miel, pez, cochinilla y almagre, lana “de hermosura insuperable”. “En ninguna parte del mundo se ha encontrado hoy ni oro, ni plata, ni cobre, ni hierro en tal cantidad y calidad” -subraya Estrabón-.

El Cristianismo y la unificación. Fruto de la romanización de la península fue también la tendencia unificadora en lo que respecta a las creencias religiosas, que supuso en principio la extensión del culto al emperador hasta zonas remotas y poco romanizadas, como Galicia; pero fue sobre todo la expansión del cristianismo lo que contribuyó a esta unificación.
El cristianismo, además, dará continuidad a la obra de Roma mucho después de la caída del Imperio, durante la monarquía visigoda y aún más tarde conservando la lengua e incluso la misión administrativa de tradición romana. (Para saber más: Hispania en el mundo romano.)

miércoles, diciembre 28, 2011

Marco Polo

Marco PoloCuando a prácticamente siete siglos de la muerte de un hombre, no sólo se habla de él, sino que lo que ha hecho sigue siendo hoy en día toda una proeza, el lugar que ocupa en la historia de la humanidad es el mejor premio a su sacrificio, premio que no siempre llega en vida, ya que los hombres que, como Marco Polo, han desafiado la ignorancia y la incredulidad de su época, siempre han sido víctimas de ataques, burlas e injustificadas acusaciones. Pero la historia no se equivoca, y hoy su nombre brilla con el fulgor de su justa dimensión: un ser humano excepcional, un verdadero conquistador de horizontes.

Familia de expedicionarios
Nicolás y Mateo Polo, padre y tío, respectivamente, de Marco Polo, hacía ya tiempo que comerciaban con el Oriente y no sólo gozaban de gran fama entre los orientales sino que, también, dominaban a la perfección varias lenguas asiáticas, lo que les permitía, a la vez que comerciar, cultivar con ellos una amistad que, con el correr de los años, se hizo cada vez más fuerte, razón por la cual fueron invitados a participar de una gran embajada y así enviados a conocer al Gran Khan Kublai, emperador mongol de Catay (China).
Llegados a la corte del gran emperador, no sólo supieron granjearse su amistad sino que éste les encomendó una misión: entregarle varios presentes al Papa y pedirle que mandara misioneros para introducir la religión cristiana; además, que le enviara aceite de la lámpara que alumbraba el Santo Sepulcro en Tierra Santa.
En el año 1271, los hermanos Polo regresaron a Oriente y llevaron con ellos a Marco, hijo de Nicolás, que había nacido en 1254. De espíritu aventurero, más que hábil comerciante, Marco era un muchacho lleno de sueños, apasionado por los viajes, profundo observador y enamorado de todo lo que fuera conocer, descubrir, investigar. Y así fue como los tres partieron al frente de una caravana rumbo a la hoy China.

La nueva vida
Llegados al palacio del gran Khan, Nicolás le presentó a Marco con estas palabras: "Este es mi hijo, y desde hoy vuestro más noble y fiel servidor". Y obtuvo del poderoso soberano la gentil respuesta: "Me gusta mucho. Sea bien venido a mi reino". Y es que, con la sagacidad propia de los hombres de su raza, el Gran Khan advirtió muy pronto que Marco Polo, a pesar de su juventud (contaba ya 21 años, pues llegaron en 1275, o sea, ¡después de cuatro años de largas y penosas jornadas de marcha!), era distinto de su padre y su tío, ya que había en él otros valores fundamentales.
Kublai Khan le dispensó su amistad, y ya totalmente convencido de que Marco Polo era un hombre que había nacido para llevar a cabo importantes empresas, lo nombró gobernador de uno de sus más importantes estados. Esto le permitió realizar infinidad de viajes a través de la China superior (Catay) y de la China meridional (Mangi).
Itinerario de Marco Polo por el continente asiático
Agudo observador, ávido siempre de conocimientos, esas travesías le dieron la oportunidad de conocer milenarias costumbres, interpretar el modo de vida de todavía ignorados pueblos y enriquecer su vasta cultura de las lenguas asiáticas.

El regreso
Después de diecisiete años de recorrer grandes extensiones, de observar, de aprender, de conducir, Marco Polo sintió la nostalgia de su tierra natal y decidió regresar a ella. Su padre y su tío, ya muy envejecidos, aceptaron con alegría la idea del retorno que Marco les propuso.
El Gran Khan notó muy pronto que Marco Polo ya no era el mismo, y al enterarse de su intención de regresar a Venecia, aunque con pena por perder a tan valioso colaborador, aceptó su decisión y, a modo de despedida, le encargó la última misión: acompañar a una de las princesas que partía en viaje nupcial para casarse con un poderoso príncipe de Persia. Marco Polo aceptó y, junto con su padre y su tío, partió al mando de catorce naves en el año 1292, arribando a su añorada Venecia tres años después.

La cárcel
Como si fuera una nueva jugada de su destino de incansable aventurero, el hecho de caer prisionero le dio a Marco Polo una oportunidad que él sabría muy bien aprovechar.
Durante la batalla de Curzolo, Marco Polo -que comandaba una nave de la flota veneciana- cayó en poder de los genoveses. Ya en la prisión, encontró como compañero de calabozo a un conocido literato de esa época, Rusticiano (o Rustichello), a quien le narró todo cuanto había visto, conocido y encontrado en el entonces prácticamente ignorado Oriente.
Todos a quienes antes les había narrado sus experiencias, se burlaron de él (inclusive sus propios familiares), pero Rusticiano no sólo escuchó con atención los verídicos relatos sino que le ayudó a preparar la obra que realmente daría la gloria a Marco Polo: 'El libro de las Maravillas' (que en su origen se llamó 'Il Milione').
Este libro tuvo tal importancia, que no sólo despertó en todos los navegantes de esa época el interés y las ansias de conocer las fabulosas tierras descritas por Marco Polo, sino que un ejemplar fue hallado en la biblioteca particular de Cristóbal Colón, con anotaciones hechas de su puño y letra.

Sus últimos años
Marco Polo fue liberado, y nuevamente estuvo de regreso en Venecia en el año 1299. A partir de ese entonces comenzó para él una época de paz y serenidad, junto a su esposa y sus tres hijos.
Murió en Venecia, la ciudad que le hizo abandonar un reinado donde todo lo había tenido: riquezas, poder, prestigio. Era el año 1325. Poco antes de morir, llamó a sus amigos más queridos y les hizo esta confesión: "Les aseguro que en mi libro no he escrito ni siquiera la mitad de cuanto he visto".
Las palabras de Marco Polo avivaron en el corazón de los espíritus inquietos como el suyo las ansias de llevar a cabo, como él lo hiciera, la maravillosa aventura de conquistar horizontes.

miércoles, septiembre 28, 2011

Ricardo Corazón de León

Ricardo I de InglaterraUn caballero de negra armadura, que había luchado valerosamente en Tierra Santa, se presentó de incógnito en su patria, Inglaterra, y en una ermita perdida en un bosque se encontró con el arquero Locksley, más conocido como Robin Hood, y con algunos de sus compañeros. Poco después, el misterioso caballero tuvo la dicha de hallar al joven Wilfredo de Ivanhoe, con quien compartiera momentos de peligro en tierra de los musulmanes. Luego hubo un torneo entre caballeros y se esgrimió una lanza contra la que nadie osó luchar: la que alzaba el caballero de la negra armadura, que no era otro que Ricardo Corazón de León, quien había regresado para reconquistar su reino. Este es a grandes rasgos el Ricardo Corazón de León de la tradición, de la leyenda, de la novela; pero, ¿fue así en la realidad la vida del monarca inglés?

Un padre con problemas
Enrique II era rey de Inglaterra y reinaba, además, sobre Normandía, Anjou y Aquitania (en Francia). Quien lo debía heredar era Ricardo, el tercero de sus hijos (los dos mayores habían muerto), a quien el rey no quería. Su preferido era Juan, el más joven, llamado Sin Tierra.
Lo que sucedía era que Enrique II había tenido siempre grandes problemas, entre ellos los que les provocaban la ambición de su consorte, Leonor de Aquitania (ex esposa de Luis VII de Francia), y sus hijos, sobre todo Ricardo. Este, predilecto de la madre, se dejó convencer por el nuevo rey de Francia, el astuto Felipe II, llamado Augusto, y empezó a conspirar contra su padre.
Así las cosas, y perseguido por las tropas de Ricardo, el rey Enrique II, su padre, se vio precisado a huir. En un alto del camino se enteró de que su hijo predilecto, Juan, también conspiraba contra él. Desilusionado, aceptó tratar con su rival, Felipe Augusto, y, dos días después, murió de un ataque. Entonces, su hijo Ricardo ascendió al trono.

Guerrero, poeta y trovador
Ricardo, rey a los 32 años de edad, no era realmente un estadista. Su pasión era la caballería, institución que exigía una intensa preparación y el juramento de poner la espada y ofrendar la vida por causas nobles.
Esa pasión llevó a Ricardo a convertirse en un hábil guerrero, experto en el manejo de la lanza, la espada, la maza y el escudo. Y esta destreza -reconocida por todos-, unida a su carácter dominante y violento, hizo de él un hombre imprudente, arriesgado y audaz.
Pero, además, gustaba alternar con trovadores alegres y enamoradizos, y tuvo por amigo a uno de singular maestría llamado Blondel, con quien compuso varias canciones.
Más que a las obligaciones que le imponía el hecho de ser rey, Ricardo prefería la buena vida, las aventuras, los torneos caballerescos y los desafíos entre bebedores. Pero lo que nadie discutía eran su valor, osadía y arrojo -rayanos en la inconsciencia-, que le valieron el justo apodo de Corazón de León.

Una espada invencible
Por aquel entonces se habían realizado dos Cruzadas a Tierra Santa para reconquistar el Santo Sepulcro; sin embargo, Saladino -implacable adversario de la cristiandad- había tomado Jerusalén. Ante este hecho se financió la tercera Cruzada, expedición de la que participaron el emperador de Alemania Federico Barbarroja, el rey de Francia Felipe Augusto, y el rey de Inglaterra Ricardo Corazón de León, quien abandonó la isla al frente de 8.000 soldados.
En esta Cruzada, la fama de Ricardo se acrecentó, pues, muerto Federico Barbarroja al bañarse en un río, y habiendo regresado a Francia Felipe Augusto, el rey de Inglaterra se quedó virtualmente solo frente al poderoso Saladino, gran guerrero y prototipo del caballero musulmán. Pero lo venció dos veces: primero en Arsuf y luego en Jafa.
La audacia de Ricardo y su estrategia habían derrotado a un ejército que era numéricamente muy superior al suyo, y los soldados cristianos, desde entonces, consideraron que su jefe era invencible. Las hazañas de Ricardo Corazón de León se divulgaron de país en país y fueron reconocidas hasta por sus propios adversarios.

Una canción bajo la ventana de una fortaleza
En Inglaterra había quedado el hermano menor de Ricardo, Juan Sin Tierra, quien conspiraba para quedarse con el reino. Al llegar la noticia a conocimiento de Ricardo, este firmó una tregua por tres años con Saladino y emprendió el regreso (a Juan se le llamaba Sin Tierra porque cuando el padre, Enrique II, pidió a sus otros hermanos que cedieran algunas tierras al menor -que era Juan-, todos se negaron).
Lamentablemente, el duque de Austria tomó prisionero a Ricardo cuando este pasaba por ese país y lo entregó al monarca germano Enrique VI, quien pidió un fuerte rescate por su liberación.
Dícese que el trovador Blondel, recorriendo Europa en busca de su amigo el rey, llegó al pie de una fortaleza -como había llegado a tantas otras- y entonó una canción. Ricardo, que estaba prisionero allí, en una celda, se asomó a la ventana al reconocer la voz de su amigo y entonó una de las canciones que años atrás había compuesto con él. Cuenta la leyenda que así fue cómo se supo dónde estaba prisionero el monarca inglés.

Nuevamente esgrime la espada
Mientras Ricardo Corazón de León permanecía cautivo -y sin esperanzas de ser liberado- del monarca germano, el astuto e intrigante rey de Francia (su antiguo aliado), Felipe Augusto, se entendía con Juan Sin Tierra y lo apoyaba en su intento de usurpar el trono.
Liberado por fin después de dos años de cautiverio (1192-1194), merced al rescate reunido por su madre, algunos caballeros y nobles leales y el arzobispo de Canterbury, Ricardo se apresuró a reconquistar su reino. Y lo logró luego de una lucha implacable.
Después pasó a Francia para recobrar las tierras que Felipe Augusto le había arrebatado, y allí levantó una imponente fortaleza: el Chateau Gaillard, en la frontera normanda, cuya construcción demandó un año de trabajo. Tenía doble recinto, torreón lleno de defensas y estaba en lo alto de una montaña.
La lucha fue sin cuartel, pues los franceses querían desalojar definitivamente a los ingleses, duró varios años y solamente fue interrumpida por frágiles treguas.

Ricardo Corazón de León entra en la leyenda
Felipe Augusto sufrió varios reveses en su lucha contra un militar de la habilidad y el valor de Ricardo Corazón de León, sobre todo en Gisors, en 1198. Pero la suerte acudió en su ayuda.
Corría el año 1199, y Ricardo combatía contra un vasallo suyo, señor de Limoges, quien había hecho oídos sordos a un reclamo de su rey: que le entregara una valiosa pieza de oro perteneciente a los romanos, que el vasallo había encontrado en sus tierras.
Ante la tenaz negativa de su súbdito, Ricardo lo sitió, pero un día, una flecha perdida le causó la muerte. Fue el 6 de abril de 1199, cuando el monarca solamente tenía 42 años de edad.
Desde ese instante, Ricardo I de Inglaterra, llamado Corazón de León, entró en la leyenda, y sus hazañas -ciertas muchas e imaginadas otras- sirvieron de apasionantes temas para cuentos, novelas y poemas.